Carlos Pérez Soto
El 18 de Septiembre de 2010 se conmemorarán 200 años de la ceremonia en que la clase dominante de un país oscuro y retardatario acordó renovar su juramento de fidelidad al Rey de España, un hombre manifiestamente corrupto, apresado tras la invasión del ejército francés, que representaba los valores más progresistas de esa época, es decir, los valores de la institucionalización burguesa.
Es de conocimiento público y notorio que la llamada “Independencia” de Chile se declaró por primera vez sólo el 12 de Febrero de 1818, en el marco de una guerra civil en que chilenos realistas intentaban resistir la toma del poder por parte de elementos formalmente “liberalizantes” que, en realidad, no eran sino un puñado de caudillos ansiosos de “revolucionar” el estado de cosas imperante en su propio provecho, que ellos solían llamar “los altos intereses de la Patria”.
El período que va entre 1810 y 1818 debe ser considerado como una época de guerra civil entre chilenos, en que ambos bandos representaban fracciones contrapuestas de la clase dominante, formada una por terratenientes católicos, profundamente conservadores, machistas hasta el grado de lo absurdo, pacatos y autoritarios, y el otro por terratenientes católicos, envanecidos por tibias influencias europeas, que se preciaban de progresistas, pero que reivindicaban el derecho de saquear a los enemigos vencidos, de reclutar sus tropas por la fuerza, y de utilizar esclavos e indios como sirvientes.
La enorme catástrofe económica, social y humana que significaron estas guerras, que se cuentan entre las más sangrientas de nuestra historia, se vio agravada aún por su prolongación, entre 1818 y 1831 por otras confrontaciones entre civiles militarizados al interior del propio bando vencedor, que no logró, ni intentó, superar su tendencia al personalismo, a la dictadura corrupta, al compadrazgo y la arbitrariedad revestida de legalismo. Estas nuevas guerras civiles no terminaron, a su vez, hasta la restauración, ahora con retórica “independentista” de los mismos terratenientes conservadores que hacía a penas 15 años habían apoyado el bando del Rey. Bajo la opresión reaccionaria de los decenios se conformó finalmente el “orden republicano”, que no hizo sino prolongar, bajo una retórica grandilocuente, el oscurantismo arrastrado por 250 años. Ese oscurantismo que llevó a prohibir los carnavales, el que obligó a presos pobres a levantar el Puente de Cal y Canto, y a los indios a ser reconocidos a la fuerza como “chilenos”, con el único resultado de ponerlos bajo un sistema jurídico que permitía la apropiación, ahora impune, de los territorios que habían logrado defender por más de dos siglos de la invasión europea.
La verdad de la “independencia” no es sino el reemplazo del colonialismo por la dependencia “libre” de nuevas potencias europeas, que asolaron con su influencia todo intento de cultura autónoma, que fueron servidas en sus intereses por toda la clase política, que pudieron saquear el país ahora con el consentimiento de los propios poderes locales. El siglo XIX en Chile no es sino una prolongación en tiempo de comedia de la lógica trágica del colonialismo de los tres siglos anteriores. La misma Iglesia opresiva y omnipresente, los mismos terratenientes pacatos y mediocres, el mismo desierto cultural y político, los mismos pobres, que eran más del 90 % de la población, muriendo de desnutrición, tifus, y viruela.
No celebramos absolutamente nada celebrable en este bicentenario. Más bien deberíamos dejarlo pasar, con algo de rubor y mucho de enojo, con el menor perfil posible. El bicentenario no es sino un recordatorio infame de la mediocridad galopante de este país.
Si quisiéramos empezar a hablar de “independencia” de Chile, habría que empezar a fines del siglo XIX, con el Partido Demócrata, con los intelectuales positivistas, con nuestros primeros artistas reales, oscilando entre la fascinación europeizante y su potencia creadora irrefrenable. Balmaceda, Lastarria, Malaquías Concha, son los precursores de la independencia de Chile. Mistral, Neruda, Recabarren, Huidobro, son algunos de sus más insignes luchadores. La lucha por la independencia de este país culminó con el gran movimiento popular que encabezó Salvador Allende.
Los promotores del Bicentenario no son sino los enterradores de la independencia que dicen celebrar.
6 Respuestas para A propósito del Bicentenario
Al leer "A propósito del Bicentenario" se me vienen a la cabeza un millón de cosas: Abusos de poder, montajes en contra de los compañeros anarkistas, la invasión militar en las comunidades mapuches, el menoscabo laboral, la mala educación municipal/pública, etc, comenzando un cuestionamiento casi existencial sobre qué es la "independencia". No le creo a la RAE, así que poco me sirve lo que salga en ése diccionario.
Sin embargo creo que la "independencia" está ligada a la autonomía, a la libertad, al libre albedrío, a la anarkía. Considerando este concepto de independencia, creo, efusivamente, que jamás en la historia de Chile hemos sido independientes. Siempre necesitamos de una democracia representativa, excluyente, represiva, con el lema de "anti-insurrección", tanto por parte de la Corona española, como del partido socialista, comunista, la actual (des)concertación, o los fascistas de siempre.
A pesar de eso, tengo la convicción de que nuestros descendientes no celebrarán el tricentenario, de que el ideario libertario será el eje central del día a día, de que realmente consigamos que vivamos en "Comunidades", permitiendo así, de verdad, "el bien común".
Pd: Primera vez que veo/leo esta página. Los sigo. Saludos!
Mabeichou: la verdad es que por lo general los escritos del profesor Carlos Pérez dan mucho que pensar, al menos eso me sucede a mí...
Cuando normalmente se habla de la independencia de un país, pues se habla en gran parte de algo que precisamente tu haz dicho… se habla de la autonomía, pero esta debe tener un apellido... de la autonomía económica... o dicho de otra manera, un país es independiente en la medida en que lo es económicamente. Este punto pareciese ser lo esencial para distinguir un país independiente de uno que no lo es…
Puesta las cosas de esta manera el proceso chileno esta muy lejos de poseer esa autonomía, y precisamente en ese sentido se puede considerar el gobierno de Allende como los últimos esfuerzos de alcanzar la independencia de Chile... La dictadura y la imposición de una constitución neoliberal significo la muerte de ese proceso. Finalmente hoy tenemos un país más dependiente que ninguno, al mismo tiempo que los $hilenos tienen incorporado el nacionalismo hasta las patas...
Un lamentable panorama con el cual habrá que lidiar.
Saludos M.A.
Hace tiempo que el profesor Pérez no nos sorprendía con sus ácidas alusiones al acontecer no especulativo, aunque por lo visto, cada vez va perdiendo la ironía y picardía que lo caracteriza (y que lo hacía distinguirse tan notoriamente de los columnistas).
Me preocupa eso sí, esa tímida noción de independencia, cuya sospechosa metafísica oculta tras de sí muchas cosas.
¿Es posible ser independiente de un régimen de explotación global? Todo pareciera indicar que es muy poco probable, y quizás, la autonomía cultural chilena (que parece indicar el profesor) remite más a una autonomía identitaria que a una noción de independencia (¿Independencia con respecto a qué?).
Las epopeyas mitológicas de la construcción de la República pueden ser de un profundo interés historiográfico, y hasta teórico, pero en ningún caso del interés del sentido común, que a estas alturas fermenta en sus estómagos las chichas procesadas con químicos importados desde el extranjero.
Hablar de la independencia de un país, de una nación burguesa, es entramparse en la lógica de la dominación imperante. Es poner a disposición servilmente todo lo que la Razón puede tener de intempestivo y revolucionario. Seguir, a fin de cuentas, el devenir de nuestra sociedad a través de la televisión y dejarse acorralar por sus discursos, no es más que una tentación acomodaticia para no afrontar los verdaderos peligros que nos enfrentan a la dominación.
La izquierda siempre va a la cola del espectáculo capitalista de turno, y en su ingenuidad no ve más allá que lo institucionalmente dispuesto.
Hay dialécticas ocultas para las sensibilidades anticapitalistas, que de aparecer, trastornarían de un modo inevitable su modo de ser.
Lo local y lo parcial es chico, flaco y de mal gusto, o en última instancia resulta ser sospechoso.
¿Lloramos o celebramos? Esas dicotomías vagas nos subsumen en la inocencia.
Planteadas así las cosas, no somos peligrosos. Y no me confundan con la metafísica de la libertad abstracta que no es más que el chillido recalcitrante del pesimismo todavía no asumido.
¿Independencia? sí... ¿De qué?
Buena Onnet
En realidad este texto no fue escrito hace poco, sino que es de hace aproximadamente un año atrás, o un poco menos.
Personalmente considero que el uso reiterativo de las comillas (““) en la palabra independencia sugieren más de lo que pareciese a simple vista. El desarrollo del texto pareciese ser una crítica interna a la noción de independencia… vale decir que en los mismos términos en que la burguesía se planta, chile no puede ser considerado un país independiente. Claramente que esa noción esta desarrollada esencialmente en términos económicos.
Comparto que puede haber una crítica más desarrollada al respecto, que se cuestione la noción misma de independencia, mas también considero que la crítica interna es totalmente necesaria, más para un país que nisiquiera se detiene a pensar que es lo que celebra.
Saludos
Y más encima se adelanta el profe... Entonces, lástima que no nos sorprenda aún con uno de sus escritos.
Eso sí, reitero la pregunta ¿Es posible ser independiente (en términos económicos si quieren) en un régimen de explotación global? ¿Es posible estar por fuera de la dominación? ¿O hablamos de autonomía en referencia al desarrollo industrial?
De ser esto último ¿No se pisaría el profesor Pérez su propia cola?
Hablar de independencia ya es plantear mal el problema. ¿Puede el esclavo ser independiente de su amo sin romper la relación que los constituye a ambos? Los cristianos dirán que con el amor que un padre tiene a su hijo, y quizás no nos sorprenda las similitudes ideológicas entre los curas y los burócratas (que responden a la misma función histórica).
Hablabas de que este país siquiera se detiene a pensar qué es lo que celebra ¿Qué es un país?; ¿Patrimonio común? ¿Nación? ¿Etnia? ¿Límite geográfico?
¿Qué totalidad está celebrando? o mejor dicho ¿Qué es lo exterior que eventualmente podría no celebrar?
¿Será verdad que la gente celebra el Bicentenario?
esta bueeno. ningun brillo el bicentenario y todo su show.
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