
Por Pavel Nicola Morales Bustamante
En el ensayo sobre el Malestar en la Cultura , Freud se aproxima a la pregunta por la felicidad. Aquí la felicidad tiene que ver con una economía que subyace al hombre: El principio del placer y la condición del Yo primitivo. Ósea que, la pregunta por la felicidad, e inclusive por la realidad, recae directamente en la estructura del aparato psíquico humano.
Todos los hombres aspiran a ser felices, y no quieren dejar de serlos. Pero encontramos que en Freud dicha aspiración puede tener dos fases. Una positiva y otra negativa. Por un lado la fase negativa que seria mediante la evitación del displacer y el sufrimiento. Mientras que por otro lado, la positiva apunta directamente a la realización del placer, a experimentar constantemente fuerte sensaciones placenteras. Freud señala que solo es esta última la que estrictamente puede llamarse felicidad.
Para la felicidad quien fija el objeto vital es el principio del placer. Pero sucede, como lo desarrollamos en el punto anterior, que el programa del principio del placer no es realmente realizable, porque siempre esta en guerra con el mundo entero, o también como lo dice Freud, al principio del placer se le opone el orden del universo. Sin embargo, el que el programa del principio del placer sea irrealizable, no significa que el individuo deba dejar la búsqueda del placer, y por tanto la felicidad, sino que dicha búsqueda cubrirá otros caminos.
De esta manera, en sentido estricto a lo que se le llama Felicidad, tiene que ver con una instantaneidad de las necesidades acumuladas que alcanzaron tensión. La felicidad seria algo así como el desenlace de un placer que ha dado rodeo entorno a la estación del displacer; o dicho de otra manera: la felicidad seria el desenlace de un displacer acumulado. Lo que sucede aquí es que nuestras facultades de felicidad deben seguir las reglas que rigen el aparato psíquico. El individuo se constituye ya con una felicidad limitada.
Por otra parte, mientras la felicidad es discontinua y pareciese durar solo un instante, un destello fugaz dentro de nuestras vidas; el sufrimiento y la tristeza pareciesen ser continuas e incesantes. Freud señala tres fuentes del sufrimiento:
1) El Cuerpo: El cuerpo es el lugar de la aniquilación y la decadencia, este quiere morir aunque nosotros no queramos. El cuerpo es la expresión de que la vida nace abrazada a la muerte.
2) El Mundo Exterior: Freud las señala como las desagracias y accidentes que nos castigan violentamente, sin que nosotros tengamos mucho que ver (Por ejemplo el Terremoto en Chile). Debemos entender esto como las fuerzas del mundo exterior que están más allá de la voluntad del individuo.
3) Relaciones con otros seres humanos: Este último aspecto apunta al Otro, como aquel en el cual mi libido se ha puesto en inversión, lo que hace que siempre estemos sufriendo, ya que no sabemos lo que el otro pueda hacer con este afecto.
Estos tres puntos anteriormente señalados nos dicen bastante con respecto a la relación de Felicidad y Sufrimiento en la relación con el mundo. Llevado al plano social podemos decir que siempre que el individuo participa en sociedad, y por ende de una cultura, serán precisamente los patrones culturales los que establecerán los modos que tenga la felicidad de realizarse, en donde la persona deberá sopesar lo perjudicial que resulte para sí la realización del placer y al mismo tiempo el placer mismo. Aquí, es la conciencia moral la que predispone la subjetividad como un constante malestar.
Pero si como señalamos anteriormente, la felicidad párese ser solo destellos que se desvanecen en un instante a lo largo de nuestras vidas, entonces en contraposición es el sufrimiento y el malestar lo que se presenta constantemente. De esta manera podemos decir que el Malestar es una falla estructural, una falla constitutiva de la economía del placer. Una estructura fallida con la cual el Yo debe relacionarse.
En esta tensión es el malestar consiguiente de la subjetividad y el principio del placer, lo que establecerá la manera en que se desarrolle la búsqueda de la felicidad. Podríamos llegar a decir inclusive que como el malestar es condición de la subjetividad, la felicidad en sentido estricto se presenta como una amenaza para el orden social.
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