DATOS DEL LIBRO:
La Fenomenología del espíritu (Phänomenologie des Geistes en alemán) es una de las obras más importantes del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Publicada en 1807, en ella se discuten problemáticas filosóficas anteriores al materialismo alemán, como son el ideal del absoluto, el espíritu humano como amor a la sabiduría en lo práctico, entre otros.
DATOS DEL CURSO:
Esta cátedra fue impartida por Carlos Pérez Soto, profesor de estado en Física, en el año 2015 con un grupo de lectura. El curso consiste en la revisión y discusión página por página del libro de la Fenomenología del espíritu. Deben tener en cuenta que este curso considera 7 año de lecturas y estas grabaciones abarcan solo las últimas partes del libro. Pueden encontrar una parte de este curso en el siguiente ENLACE. Como siempre les comento, si tengo la suerte de conseguir más grabaciones tengan por seguro que las estaré subiendo a Sicario Infernal, y si alguno de ustedes cuenta con más material relacionado bienvenido sea.
DESCARGAR LIBRO:
LIBRO: Fenomenología del Espíritu - Georg Wilhelm Friedrich Hegel
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BLOG: Fenomenología del Espíritu 2007 - Carlos Pérez Soto
DESCARGAR GRABACIONES 2015:
GRABACIONES: Fenomenología del Espíritu 2015 - Carlos Pérez Soto
NOTA:
Si el material es de vuestro interés comenta, suscríbete y comparte, De esta manera motivas mi trabajo para seguir consiguiendo material como este y poniéndolo a disposición de todos en Sicario Infernal. Un saludo a todos y cada uno, nos estamos leyendo.
Conoces las zapatillas que llevas puestas, no es la primera vez que te las pones. Ni la segunda. Y por eso al llegar a casa te las quitarás con la ayuda del otro pie, sin ni siquiera preocuparte por si se están ensuciando. Pero si fuera la primera vez que te las pones, te las quitarías delicadamente. Sólo si fuera la primera vez. Ahora no. Ahora llegas a casa después de un día agotador y tiras el bolso y el móvil en la cama, pero si fuera nuevo lo dejarías en la mesa y hasta tendrías miedo de que se rayara.
Y lo mismo pasa con las personas, con tu pareja, con tu familia. Sabemos que están allí, y dejamos de mirarlos como la primera vez. Han pasado a la historia las miradas del primer encuentro, y tener que pensar la frase perfecta antes de decirla. Hemos dejado de conquistar día a día. Porque ya no es nuevo. Porque se consume.
Consumimos objetos, ropa, viajes, espectáculos, experiencias y hasta consumimos personas. Y con las personas el amor. Y el amor no debe consumirse. Porque si fuera la primera vez que llamaras a alguien, no te quedarías callado al otro lado del teléfono, le preguntarías hasta el más mínimo detalle: hasta la ropa que lleva puesta. Si fuera la primera vez que vieras a esa persona, te hubieras fijado en el color de sus uñas, en el color de los calcetines y el perfume que llevara se te hubiera quedado grabado para recordarlo cuando os despidierais. Si fuera la primera vez que viajas, te acordarías del número de asiento donde estás sentado, de la música que sonaba cuando despegabas y hasta del nombre de la azafata. Si fuera la primera vez que duermes junto a alguien, habrías cambiado las sábanas, perfumado la habitación y no os habríais dejado de abrazar en toda la noche.
Y lo mismo pasa con las últimas veces. Lo que pasa es que no sabemos cuándo será la última vez que vayamos a ver a alguien, o que vayamos a usar algo. Y continuamos actuando como si no pasara nada. Pero si fuera la última vez, ¿cuántas cosas cambiarías? Si fuera la última vez que vieras a tu hermano seguramente le darías tantos consejos como abrazos pudieras. Si fuera la última vez que pudieras escribir, dejarías una carta despidiéndote y agradeciendo a quien lo mereciera. Si fuera la última vez que vas a dormir, no dormirías. ¿Dónde irías si fuera la última vez que viajaras? ¿Lo has pensado? Pues ese destino que tienes en mente, es el que tienes que hacer. Esos consejos y abrazos que le darías a tu hermano, dáselos cada día. Y no esperes al último día para agradecerle algo a alguien. Los últimos días nunca están señalados en el calendario.
Pero yo te juro, que si fuera la última vez que te viera, te diría lo mismo que te digo cada día. Porque para mí, eres algo nuevo cada día.
Fuente: lauraescan.es
GAZA
Por Eduardo Galeano
2012
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.
Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.
Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
La llamada comunidad internacional, ¿existe?
¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?
Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.
Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.
La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.
El día Miércoles 25 de Junio del 2014, en el programa "En la Mira" del canal Chilevisión transmitieron el reportaje "Aguas turbulentas en el Cajón del Maipo", el cual trata la problemática en torno al proyecto de Aes Gener y Antofagasta Minerals quienes se encuentran trabajando en la construcción de la Hidroeléctrica Alto Maipo ubicada precisamente en el Cajón del Maipo. La construcción de esta hidroeléctrica consiste en construir un túnel de 70 kilómetros de largo por debajo de la cordillera para desviar uno de los caudales aguas más importantes para la región metropolitana, con el fin de producir energía la cual más del 60% ira destinada a la minera Pelambres (de la familia Luksic). Esto provocara un daño irreversible en el ecosistema del cajón del Maipo, poniendo en riesgo a la naturaleza del lugar, además de multiples especies entre las cuales esta el mismo Cóndor Chileno que se utiliza en el emblema nacional. Y para empeorar aún más las cosas, este proyecto fue aprobado en el primer gobierno de Michel Bachelet (el año 2009) sin tener estudios de impacto, además de muchas otras irregularidades.
Les comparto este reportaje ya que da cuenta de un problema que nos influye a todos, y que me parece de suma importancia comenzar a sumar fuerzas a la lucha en contra de este proyecto diciendo #NoAltoMaipo
Les comparto este reportaje ya que da cuenta de un problema que nos influye a todos, y que me parece de suma importancia comenzar a sumar fuerzas a la lucha en contra de este proyecto diciendo #NoAltoMaipo
Les comparto la Jornadas de Teoría Crítica: “Crítica Marxista del Derecho", realizado el miércoles 15 de mayo del año 2013 en la Universidad Central de Chile. Ponencias:
- Carlos Pérez Soto: “El Derecho en el mundo de las mercancías”.
- Julio Cortés: “El Marxismo y la cuestión criminal”.
Se agradece el material a R. I. Saldivia quien compartio el material en el FORO de Sicario Infernal
La Democracia como Dictadura
CARLOS PEREZ SOTO
CARLOS PEREZ SOTO
Texto escrito por Carlos Pérez Soto para el libro Marxismo y Movimiento Popular, acogiendo una invitación de la Universidad Popular de Valparaíso y la Unión Nacional Estudiantil, a propósito de los cuarenta años del golpe de Estado en Chile.
En lo que sigue el profesor Carlos Pérez Soto nos expone algunos de los aspectos históricos y políticos que transforman la democracia en una mera ilusión, las diferencias entre las realidades y los discursos sobre las que esta ha sido construida, y un análisis de fundamentos que nos permite una perspectiva histórica más amplia. A partir de estos elementos propone algunos derechos básicos que la ciudadanía puede esgrimir contra esta nueva forma de opresión, y las líneas fundamentales de lo que puede ser un programa de izquierda radical al respecto.
La Democracia Como Dictadura subido por Sicario Infernal
La siguiente es una entrevista al filósofo italiano Giorgio Agamben, realizada en Sicilia por Peppe Salvà el 16 de Agosto de 2012. La entrevista original en italiano, publicada en el diario electrónico Ragusa News, se encuentra en este link: Click Aquí
ENTREVISTA
El gobierno Monti invoca la crisis y el estado de necesidad, y parece ser la única salida tanto de la catástrofe financiera como de las formas indecentes que el poder habia asumido en Italia. ¿La convocatoria de Monti era la única salida, o podría, al contrario, servir de pretexto para imponer una seria limitación a las libertades democráticas?
"Crisis" y "economía" actualmente no son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen ningún motivo para aceptar. "Crisis" hoy en día significa simplemente: “¡ustedes deben obedecer!”. Creo que es evidente para todos que la llamada “crisis” ya dura decenios y no es sino el modo normal como funciona el capitalismo en nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.
Para entender lo que está pasando, es necesario tomar al pie de la letra la idea de Walter Benjamin, según la cual el capitalismo es, en verdad, una religión, y la más feroz, implacable e irracional religión que ha existido, porque no conoce ni redención ni tregua. Ella celebra un culto ininterrupto cuya liturgia es el trabajo y cuyo objeto es el dinero. Dios no ha muerto, ha devenido Dinero. El Banco –con sus funcionarios grises y especialistas– asumió el lugar de la Iglesia y de sus sacerdotes y, gobernando el crédito (incluso el crédito de los Estados, que dócilmente abdicaron de su soberanía), manipula y administra la fe –la escasa, incierta confianza– que nuestro tiempo todavía trae consigo. Además de eso, el hecho de que el capitalismo sea hoy una religión, nada lo muestra mejor que el título de un gran diario nacional (italiano) de hace algunos días atrás: “salvar el euro a cualquier precio”. Así es, “salvar” es un término religioso, pero ¿qué significa “a cualquier precio”? ¿Hasta el precio de “sacrificar” vidas humanas? Sólo en una perspectiva religiosa (o mejor, pseudo-religiosa) pueden ser hechas afirmaciones tan evidentemente absurdas e inhumanas.
¿La crisis económica que amenaza llevarse consigo parte de los Estados europeos puede ser vista como condición de crisis de toda la modernidad?
La crisis atravesada por Europa no es apenas un problema económico, como les gustaría que fuese vista, sino que es antes que nada una crisis de relación con el pasado. El conocimiento del pasado es el único camino de acceso al presente. Es buscando comprender al presente que los seres humanos –por lo menos nosotros, europeos– son obligados a interrogar al pasado. Yo dije “nosotros, europeos”, pués me parece que, si admitimos que la palabra “Europa” tenga un sentido, él, tal cual hoy aparece como evidente, no puede ser ni político, ni religioso y menos todavía económico, sino tal vez consista en eso, en el hecho de que el hombre europeo –a diferencia, por ejemplo, de los asiáticos y de los estadounidenses, para quienes la historia y el pasado tiene un significado completamente diferente– puede tener acceso a su verdad unicamente a través de una confrontación con el pasado, únicamente haciendo las cuentas con su historia.
El pasado no es, pues, un mero patrimonio de bienes y de tradiciones, de memorias y de saberes, sino también y sobre todo un componente antropológico esencial del hombre europeo, que sólo puede tener acceso al presente mirando, de cada vez, a lo que fue. De ahí nace la relación especial que los países europeos (Italia, o mejor, Sicilia, desde este punto de vista es ejemplar) tienen en relación a sus ciudades, a sus obras de arte, a su paisaje: no se trata de conservar bienes más o menos preciosos, mientras sean exteriores y disponibles; se trata, más bien, de la propia realidad de Europa, de su indisponible supervivencia. En este sentido, al destruír, con el cemento, con las autopistas y la Alta Velocidad, el paisaje italiano, los especuladores no nos privam apenas de un bien, sino que destruyen nuestra propia identidad. La propia expresión “bienes culturales” es engañadora, pués sugiere que se trata de bienes entre otros bienes, que pueden ser disfrutados económicamente y tal vez vendidos, como si fuese posible liquidar y poner en venta a la propia identidad.
Hace muchos años, un filósofo que también era un alto funcionario de la Europa naciente, Alexandre Kojève, afirmaba que el homo sapiens había llegado al fin de su historia y ya no tenía nada frente a sí, a no ser dos posibilidades: el acceso a una animalidad pos-histórica (encarnado por el american way of life) o el esnobismo (encarnado por los japoneses, que continuaban celebrando sus ceremonias del té, vaciadas, sin embargo, de cualquier significado histórico). Entre una América del Norte integralmente re-animalizada y un Japón que sólo se mantiene humano al precio de renunciar a todo contenido histórico, Europa podría ofrecer la alternativa de una cultura que continúa siendo humana y vital, incluso después del fin de la historia, porque es capaz de confrontarse con su propia historia en su totalidad y capaz de alcanzar, a partir de esta confrontación, una nueva vida.
Su obra más conocida, "Homo Sacer", pregunta por la relación entre poder político y vida desnuda, y hace evidentes las dificultades presentes en los dos términos. ¿Cuál es el punto medio posible entre los dos polos?
Mis investigaciones demostraron que el poder soberano se fundamenta, desde su origen, en la separación entre vida desnuda (la vida biológica, que, en Grecia, encontraba su lugar en la casa) y vida politicamente calificada (que tenía su lugar en la ciudad). La vida desnuda fue excluída de la política y, al mismo tiempo, fue incluída y capturada a través de su exclusión. En este sentido, la vida desnuda es el fundamento negativo del poder. Tal separación alcanza su forma extrema en la biopolítica moderna, en la cual el cuidado y la decisión sobre la vida desnuda se torna aquello que está en juego en la política. Lo que pasó en los estados totalitarios del siglo XX reside en el hecho de que es el poder (también en la forma de ciencia) lo que decide, en último análisis, sobre lo que es una vida humana y sobre lo que ella no es. Contra eso, se trata de pensar en una política de las formas de vida, a saber, de una vida que nunca sea separable de su forma, que jamás sea vida desnuda.
El malestar, para usar un eufemismo, con que el ser humano común se pone frente al mundo de la política, ¿tiene que ver específicamente con la condición italiana o es de algún modo inevitable?
Creo que actualmente estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la desconfianza recíproca entre los ciudadanos y el poder y tiene que ver con el planeta entero. Lo que está pasando es una transformación radical de las categorías con que estábamos acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se funda sobre un modelo de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Y que este modelo sea, del punto de vista del poder, más económico y funcional, está probado por el hecho de que fue adoptado también por aquellos regímenes que hasta hace pocos años atrás eran dictaduras. Es más simple manipular a la opinión de las personas a través de los medios y de la televisión que tener que imponer en cada oportunidad las propias decisiones con la violencia. Las formas de la política conocidas por nosotros –el Estado nacional, la soberanía, la participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional– ya llegaron al fin de su historia. Ellas continúan vivas como formas vacías, pero la política tiene hoy la forma de una “economía”, a saber, de un gobierno de las cosas y de los seres humanos. La tarea que nos espera consiste, por lo tanto, en pensar integralmente, desde el principio al fin, aquello que hasta ahora habíamos definido con la expresión, ya poco clara en sí misma, “vida política”.
El estado de excepción, que usted vinculó al concepto de soberanía, hoy en día parece asumir el carácter de normalidad, pero los ciudadanos quedaron perdidos frente a la incerteza en la cual viven cotidianamente. ¿Es posible atenuar esta sensación?
Vivimos hace decenios en un estado de excepción que se tornó regla, exactamente así como sucede en la economia en que la crisis se tornó la condición normal. El estado de excepción –que debería siempre ser limitado en el tiempo– es, al contrario, el modelo normal de gobierno, y eso precisamente en los estados que se dicen democráticos. Pocos saben que las normas introducidas en materia de seguridad, después del 11 de setiembre (en Italia ya habían empezado a partir de los años de plomo), son peores que aquellas que estaban vigentes bajo el facismo. Y los crímenes contra la humanidad cometidos durante el nazismo fueron posibles exactamente por el hecho de que Hitler, enseguida después que asumió el poder, proclamó un estado de excepción que nunca fue revocado. Y con seguridad él no disponía de las posibilidades de control (datos biométricos, videocámaras, celulares, tarjetas de crédito) propias de los estados contemporáneos. Se podría afirmar hoy que el Estado considera a todo ciudadano como un terrorista virtual. Eso no puede sino empeorar y hacer imposible aquella participación en la política que debería definir la democracia. Una ciudad cuyas plazas y cuyas avenidas son controladas por videocámaras no es más un lugar público: es una prisión.
La gran autoridad que muchos atribuyen a estudiosos que, como usted, investigan la naturaleza del poder político, ¿podrá traernos esperanzas de que, diciéndolo de forma banal, el futuro será mejor que el presente?
Optimismo y pesimismo no son categorias útiles para pensar. Como escribía Marx en carta a Ruge: "la situación desesperada de la época en que vivo me llena de esperanza".
¿Podemos hacerle una pregunta sobre la lectio que usted dio en Sicilia? Hubo quien leyó la conclusión que se refiere a Piero Guccione como si fuese un homenaje debido a una amistad enraizada en el tiempo, mientras que otros vieron en ella una indicación de cómo salir del jaque mate en el cual el arte contemporáneo está involucrado.
Se trata de un homenaje a Piero Guccione y a Sicilia, pequeña ciudad en que viven algunos de los más importantes pintores vivos. La situación del arte hoy en día es tal vez el lugar ejemplar para comprender la crisis en la relación con el pasado, del que acabamos de hablar. El único lugar en que el pasado puede vivir es el presente, y si el presente no siente más al propio pasado como vivo, el museo y el arte, que de aquel pasado es la figura eminente, se tornan lugares problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer de su pasado, el arte se encuentra apretado entre la Escila del museo y la Caribdis de la mercantilización. Y muchas veces, como pasa en los templos de lo absurdo que son los museos de arte contemporáneo, las dos cosas coinciden.
Duchamp tal vez haya sido el primero a darse cuenta del callejón sin salida en que el arte se metió. ¿Qué hace Duchamp cuando inventa el ready-made? Él toma un objeto de uso cualquiera, por ejemplo, un inodoro, e, introduciéndolo en un museo, lo fuerza a presentarse como obra de arte. Naturalmente –a no ser el breve instante que dura el efecto del extrañamiento y de la sorpresa– en realidad nada alcanza aquí la presencia: ni la obra, pués se trata de un objeto de uso cualquiera, producido industrialmente, ni la operación artística, porque no hay de ninguna forma una poiesis, producción– y ni siquiera el artista, porque aquel que firma con un irónico nombre falso el inodoro no actúa como artista, sino, como filósofo o crítico, o, de acuerdo a como le gustaba decir a Duchamp, como “alguién que respira”, un simple ser vivo.
En todo caso, en verdad él no quería producir una obra de arte, sino des-obstruir el caminar del arte, cerrado entre el museo y la mercantilización. Ustedes saben: lo que de hecho pasó es que una colusión, infelizmente todavía activa, de hábiles especuladores y de “vivos” transformó el ready-mad en obra de arte. Y el llamado arte contemporáneo nada más hace repetir el gesto de Duchamp, llenando con no-obras y performances a museos, que son meros organismos del mercado, destinados a acelerar la circulación de mercaderías que, así como el dinero, ya alcanzaron el estado de liquidez y quieren todavía valer como obras. Esta es la contradicción del arte contemporaneo: abolir la obra y al mismo tiempo estipular su precio.
Atilio Boron
ALAI, América Latina en Movimiento
2013-11-22
Chile
ALAI, América Latina en Movimiento
2013-11-22
Chile
Nadie debería sorprenderse por los principales resultados de las elecciones del domingo pasado en Chile: derrota oficialista, victoria amplia pero insuficiente de Michelle Bachelet y masivo abstencionismo electoral.
Numerosos estudios de opinión pública realizados a lo largo de los últimos años ponían en evidencia la apatía política reinante en una parte considerable de la ciudadanía.
Un politólogo chileno, Juan Carlos Gómez Leyton, viene sosteniendo desde hace un tiempo la tesis de que en Chile no sólo existe una economía neoliberal sino que ese cáncer ha hecho metástasis y el propio país se ha convertido en una sociedad neoliberal, signada, entre otras cosas, por el mayor índice de desigualdad económica de América Latina.
Ahora bien: una sociedad de este tipo tiene como rasgos principales la despolitización, la apatía ciudadana y el desinterés por la cosa pública, El neoliberalismo primero avasalla y después desnaturaliza a la política reduciéndola a la mera gestión “técnica” de la economía. Consecuencia: la democracia degenera en tecnocracia. Y si de cuestiones técnicas se trata el vulgo tiene poco o nada que decir. Sólo los expertos deben hablar, y a la ciudadanía se le ordena que se ocupe de sus propios asuntos y que canalice sus ansias de participación, si es que las tiene, con frenéticos paseos de compras por los shoppings. Su obligación no es ejercer el autogobierno o la soberanía política porque tales cosas son fantasmas de un pasado que ya fue.
La única soberanía concreta, tangible, es la del consumidor y se realiza en el mercado y no en la esfera política. El ideal, inspirado en la polis ateniense, de ciudadanos activamente participantes en el proceso político es un melancólico anacronismo en una época del desarrollo capitalista en la que quienes votan, como mordazmente lo recuerda George Soros, son los mercados.
No sólo votan sino que, para colmo, lo hacen todos los días mientras que a los ciudadanos se los convoca cada dos años a un nada apasionante ritual en el cual la oferta política abrumadoramente mayoritaria, sobre todo en el caso chileno, es conservadora y las principales alianzas partidarias pugnan por hacerse dueñas del “centro” político, garantía infalible de que nada importante habrá de hacerse para cambiar en algo al sistema.
Confirmando lo anterior, cuando en la encuesta de Latinobarómetro del año 2013 se le preguntó a los ciudadanos chilenos si la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno un 63 contestó por la afirmativa, pero un 21 por ciento dijo que “daba lo mismo” y un 10 por ciento que prefería un gobierno autoritario. Es decir que un inquietante 31 por ciento era indiferente o antagónico ante la democracia, una cifra muy elevada pero que, aún así, demostraba una reducción en relación a niveles históricos que marcaban, inconfundiblemente, la persistencia del nefasto legado pinochetista.
Una mirada a largo plazo, por ejemplo focalizando el análisis en el período 1995-2013 demuestra que en Chile los valores promedio para todo ese período fueron los siguientes: apoyo a la democracia, 55 por ciento; al autoritarismo; 15 por ciento, e indiferencia, 26 por ciento.
El “país modelo” de una transición política exitosa hacia la democracia demostraba con estas cifras el equívoco del saber politicológico convencional que ensalzaba la experiencia política chilena como la más acabada concreción, en Nuestra América, del otrora tan valorado (y ahora tan devaluado) Pacto de la Moncloa que había permitido el advenimiento de la “democracia” en la España postfranquista.
Y rompiendo las previsiones de la cátedra y las campañas de calumnias de los medios hegemónicos los datos de Latinobarómetro confirman que el país con mayor apoyo ciudadano a la propuesta democrática es ...¡Venezuela! ¡Sí!, la Venezuela bolivariana, difamada, hostigada y vilipendiada como tierra de tiranos populistas y líderes demagógicos resultó ser aquella en la cual el ideal democrático es más valorado por su ciudadanía.
No sólo eso: según esta encuesta los países cuyos ciudadanos más han aumentado el apoyo a la democracia son Venezuela (16 puntos) y Ecuador (13 puntos), por encima de Chile (8 puntos) y Argentina (5 puntos). (1)
Conclusión: si los liderazgos fulminados como populistas (Chávez, Maduro, Correa y, por extensión, Evo) crean ciudadanía es porque son cualquier cosa menos populistas; populares y genuinamente democráticos seguro, pero no cultores de la engañifa populista. La ciencia política convencional se revela como propaganda reaccionaria ante estos pocos ejemplos.
Pero retornemos a las elecciones del pasado domingo. A la vista de los anteriores antecedentes no sorprende, decíamos, que la concurrencia electoral haya oscilado en torno al 50 por ciento del electorado, compuesto por poco menos de 14 millones de personas. Esta proporción de abstencionismo es la más alta en toda la historia de la democracia en Chile.
Se argumenta que dado que el sufragio es optativo no hay por qué alarmarse. Pero lo cierto es que el voto no sólo es un derecho; es también una obligación de todo ciudadano de una democracia y casi la mitad de las chilenas y los chilenos renunció a ejercer ese derecho y a asumir la correspondiente obligación.
Bajo esta perspectiva la votación de Michelle Bachelet, 3.070.012 sufragios representa el 47 por ciento de quienes acudieron a votar pero un escaso 22 por ciento del total de la ciudadanía; peor aún es el caso de la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, cuyos 1.645.271 votos no representan sino el 12 por ciento de los electores inscriptos.
La conclusión que puede obtenerse de estos guarismos es que casi un cuarto de siglo después de la salida de Pinochet los legados combinados del autoritarismo militar y el neoliberalismo económico produjeron una sociedad en la que se descree de la acción colectiva, se concibe a la política como una pérdida de tiempo y se piensa que los problemas de cada quien deberán ser enfrentados y resueltos individualmente.
La política se convierte en un “ruido molesto” que perturba el supuestamente racional trabajo de los mercados. Otra conclusión: el gran fracaso del gobierno de Sebastián Piñera, que había sido saludado como el amanecer de una nueva era en donde la burguesía atendía sin molestas mediaciones la gestión de la cosa pública y se demostraba que el pinochetismo podía tener un rostro sonriente, amable y a la vez altamente eficiente. Esa ilusión se desmoronó la noche del domingo pasado.
La apatía política se alimenta en Chile de la carencia de verdaderas alternativas políticas. Revertir esta situación será una tarea muy difícil, casi prometeica, de la futura presidenta Bachelet, quien sólo por una catástrofe política de incalculables proporciones podría ser derrotada en la futura batalla electoral.
La reconstrucción de la comunidad política -en un país que supo tenerla y en grado sumo antes del golpe militar- requerirá la adopción de profundas reformas que desmonten el andamiaje económico, político e institucional establecido por la dictadura y mantenido a lo largo de nada menos que cuarenta años. Un aparato construido por el ideólogo y arquitecto del régimen pinochetista, Jaime Guzmán Errázuriz, y preservado en casi todos sus detalles por sus sucesores de la Concertación y, por supuesto, por el actual gobierno.
Para que Bachelet pueda dar vuelta la página de la historia será preciso que haga lo que hizo Hugo Chávez Frías el 2 de Febrero de 1999 cuando al tomar posesión de su cargo como presidente rompió con las fórmulas consagradas por la tradición y dijo que “Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro.”
Es harto improbable que Bachelet produzca un juramento de ese tipo porque, como política, no está “hecha de la misma madera” que tenía el gran líder bolivariano. Pero es indiscutible que la reconstrucción de la democracia en Chile requerirá indefectiblemente de la elaboración y aprobación de una nueva constitución. No es un dato menor que las tres que rigieron los destinos de ese país fueron todas ellas producidas por gobiernos autoritarios y conservadores en 1833, 1925 y 1980, esta última bajo el régimen de Pinochet. Y en ninguno de estos casos, por supuesto, no hubo el menor atisbo de participación popular. Y si bien en los últimos años se le introdujeron algunos cambios muy marginales, el espíritu y la letra de la constitución pinochetista está aún vigente, y ambos son incompatibles con la democracia.
Si Bachelet aspira realmente a refundar la democracia chilena tendrá que convocar por primera vez en la historia a una asamblea constituyente elegida por el pueblo; otorgarle un plazo para que redacte un nuevo texto constitucional y someterlo -como se hizo en Venezuela, Bolivia y Ecuador- al veredicto popular mediante un referendo constitucional que otorgue legitimidad a la nueva carta magna. Eso sería un primer y necesario paso para después avanzar con la misma firmeza en la desmercantilización y la desprivatización de gran parte de lo mercantilizado y privatizado por cuatro décadas de neoliberalismo, comenzando por la educación y siguiendo por la salud y la seguridad social entre tantos otros bienes públicos convertidos en mercancías generadoras de jugosas ganancias para los capitalistas. Si nada de esto llegara a ocurrir, o sólo se intentaran tibios ensayos reformistas, Chile se deslizaría aún más rápidamente hacia una nueva y sutil forma de autoritarismo de mercado o, como lo asegura el filósofo político estadounidense Sheldon Wolin para su propio país, hacia una suerte de “totalitarismo invertido” caracterizado por la primacía aplastante de los mercados y el progresivo desvanecimiento de las figuras de la democracia y del ciudadano. Una democracia sin ciudadanos que reemplaza la vieja fórmula de Abraham Lincoln, “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” por su degradación mercantil: “gobierno de los mercados, por los mercados y para los mercados.”
Desgraciadamente, la complacencia de la anterior gestión de Bachelet con esta fórmula no autoriza a hacerse demasiadas ilusiones. No son muchos los casos en la historia en que un gobernante produce un giro tan pronunciado como el que hace falta para refundar la democracia en Chile. Una democracia que llegó a su punto más alto en los años de Salvador Allende, y que por eso mismo fue ferozmente combatida por el imperialismo y sus secuaces locales. De todos modos será preciso esperar un tiempo antes de emitir un juicio definitivo sobre la gestión de Bachelet. El realismo político no permite abrigar demasiadas esperanzas, pero ese mismo realismo aconseja no descartar la posibilidad –por poco probable que sea- de que el pueblo chileno recupere su memoria, sus sueños y sus utopías, las mismas que lo llevaron a votar por Salvador Allende, e irrumpa de manera arrolladora en la escena política para, como lo dijera el presidente-mártir, abrir “aquellas grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.” Sería una gran noticia, para Chile y para Nuestra América, si tal cosa llegara a suceder.
- - Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter: http://twitter.com/atilioboron, Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002
Nota:
(1) Cf. Corporacíón Latinobarómetro: Informe 2013 (Santiago: Ediciones de Corporación Latinobarómetro 2013), pg. 6.La Corporación realiza una encuesta anual de actitudes y opiniones políticas en 18 países de la región. Huelga comentar que los autores del Informe apelan a todo tipo de ridículas argumentaciones para dar cuenta de tan aberrantes anomalías como las representadas por los casos de Venezuela y Ecuador. No podemos perder nuestro tiempo y el de nuestros lectores en examinar las conocidas críticas que las usinas del imperio dirigen en contra de esos países hermanos: no hay separación de poderes porque el oficialismo tiene mayoría en el Congreso, y no se respeta a la oposición porque ambos tanto Chávez como Maduro y Correa le han declarado la guerra a la prensa. Si Aznar, Berlusconi o George W. Bush tienen mayoría en el Congreso eso prueba la rotunda legitimidad de su mandato; si quienes gozan de esa situación son Chávez, Maduro o Correa eso demuestra que nos hallamos ante democracias con serios déficits o, simplemente, semi-democracias. El escandaloso doble standard del Informe nos exime de la necesidad de entablar una discusión con sus autores. No son analistas políticos sino publicistas al servicio de la reacción, y sólo por excepción discutiría con ellos.
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